El mero, gran serránido del Mediterráneo y rey indiscutido de la Reserva Marina de Islas Hormigas y Cabo de Palos, su figura robusta y pesada es una de las más carismáticas del nuestras costas.
Como buen rey, el mero es un pedazo de pescado: mide alrededor de los 1,50 metros de longitud y pesa un promedio de 60 kilos. No es tan gigantesco como su primo tropical (Epinephelus lanceolatus) pero aún así resulta un animal imponente. Su color varía del verde al marrón, dependiendo de la edad y la situación del animal: los ejemplares juveniles presentan tonos verdosos y azulados, mientras que los ejemplares adultos se visten de marrón con manchas amarillas, verdosas o blancuzcas.
El mero posee una cabeza grande, ojos pequeños y saltones, boca amplia de mandíbula prominente, fuertes radios espinosos en la aleta dorsal que conforman una pequeña cresta punki y una caudal corta y redondeada.
Pero lo más divertido de este gigante mediterráneo es su carácter: el mero es solitario y gruñón, muy territorial para con su magnífica cueva, que ha de tener las siguientes características: iluminación indirecta, varios accesos adaptados a su tamaño (para que no puedan entrar animales más grandes que él), un punto muerto en el interior lejos de miradas indiscretas, y un radio de acción de residencias secundarias en caso de emergencia ¡Ahí es nada! Cuando el mero está en su palacio, no tiene ningún problema en que te quedes ahí mirándole con cara de bobo, pero lejos de su refugio es un animal cauteloso.
Sea como sea, si acabas entrando en el territorio de un mero... éste te va a "fichar", no te quepa duda. Un rey siempre sabe lo que se cuece en sus dominios.
Sea como sea, si acabas entrando en el territorio de un mero... éste te va a "fichar", no te quepa duda. Un rey siempre sabe lo que se cuece en sus dominios.
Atención: a los meros les chiflan los pulpos y los crustáceos. Lamentablemente al hombre le chifla el mero, de ahí el célebre dicho "Del mar el mero y de la tierra el cordero"